NOS AMIGAMOS CON NUESTRA LESIÓN


Martes, 21:30 horas: la semana había comenzado de manera increíble. Rompe el cielo un estruendoso silbato que daba fin al riguroso entrenamiento físico. Los entrenadores me asignaron la mágica pechera de los que integraban el primer equipo. Con un paternal golpeteo en los hombros, me comunican que este sábado debutaba en primera división: sí, la primera de mi club.


No hubo momento, en todos los días que pasaron hasta el partido, que no pensara en ello. Nada importaba más, era una meta de vida o muerte. Entrené más fuerte aún, me alimenté, descansé, hice todo al pie de la letra. Tenía en mis manos el sueño de casi toda mi vida, desde que era un niño de 7 años y mi papá me llevaba a ver el partido de los grandes.

Sábado, 16:00 horas: debajo de los palos y luego de esa arenga infinita entre abrazos y euforia, estoy en el campo de juego. Preparado, concentrado, emocionado, dispuesto a dejarlo todo.

Ya estaba jugando en primera, desplegando toda la preparación técnica, mental, física y espiritual en función de mi equipo, de mis colores.  Minuto 35 del primer tiempo, tras una carrera desenfrenada para defender nuestro campo, un fuerte tirón en la parte trasera del muslo izquierdo me derrumba al suelo, como si me hubieran atravesado una lanza arrojada desde lejos, como un cuchillo.

Caigo desplomado, el dolor era tan fuerte que no podía ni siquiera pensar, quería levantarme, caminar, correr, pero era imposible, mis piernas no reaccionaban.  Desde allí, inmóvil, vencido, veo al médico correr hacia mí mientras hacía la fatídica señal al cuerpo técnico de “cambio”. Sentí la vida derrumbarse en un segundo, lloré, grité, maldecí. Un desgarro isquiotibial me sacó de la cancha.

Quienes lean este relato, seguramente, de alguna manera, se habrán sentido identificados. No por una lesión muscular ni necesariamente en el debut de un equipo, pero sí ante un hecho que, para nosotros, tenía mucha trascendencia. 

De vida o muerte”, “dejar la vida”, “a darlo todo” son expresiones conscientes de nuestra personalidad y temperamento que, muchas veces, nos sirven de aliento o de ayuda para lograr objetivos, y está muy bien que ello ocurra.  El problema se plantea cuando esas palabras retumban muy fuertes en nuestro inconsciente, pudiendo significar en forma simbólica para nuestro cerebro, la verdadera disputa entre la vida y la muerte. Y como nuestro cerebro es el capitán de todas nuestras funciones vitales nunca pondría en juego nuestra vida. De alguna manera, evitará llegar a esa situación límite. Ya sea antes o después del evento que nos generó tanta expectativa, ansiedad, estrés.

 Quiero explicar con este ejemplo que, muchas veces, por presiones externas que provienen de nuestro alrededor como el club, la familia, una pareja, el trabajo, un jefe, el encierro por una pandemia; y por presiones internas como la elevada autoexigencia, la desvalorización personal, la frustración y la ansiedad, podrían elevarse demasiado los niveles de estrés.

Cuando hay alto estrés y por mucho tiempo, esto es captado por el cerebro como una amenaza, un peligro, lo que disparará múltiples sistemas automáticos neuroquímicos y neuro-hormonales, preparados para las funciones básicas de defensa: la pelea, la huida o esconderse de algo o alguien que nos puso en ese peligro.

Es verdad que hace millones de años que el ser humano no debe pelear, huir o esconderse de sus predadores, pero las situaciones causantes de estrés o tipo “vida o muerte” a las que hoy estamos expuestos son suficientemente intensas para activar los sistemas defensivos. Altos niveles de Cortisol (entre los químicos más involucrados en el proceso) en el tiempo provocarán cambios neurofisiológicos y químicos en nuestro organismo.  A nivel inmunitario, muscular, celular, renal, esquelético, hormonal, etc. Más que para hacer un try, correr o defender, nuestro cerebro estuvo guardando y preservando su energía para otras funciones más importantes; entre ellas: sobrevivir.

Muy bien, ya conozco la primera pregunta que están pensando: tener muchas preocupaciones, ansiedad o sentirnos estresados en el día a día, ¿significa que nos ocurrirá todo esto del estrés, el aumento del Cortisol, la reacción en el cuerpo, las lesiones y esas cosas? Tranquilos, la respuesta es: NO.  

No por todos los momentos diarios se disparará el sistema de defensa. Se requiere de situaciones que realmente nos afecten y muchas veces son inconscientes. Nuestro sabio organismo también utiliza las situaciones de estrés para evolucionar y hacer una versión mejorada de nosotros mismos, digamos que cada tanto actualiza nuestra app.

Entonces, ¿qué es esa locura de amigarnos con una lesión si es lo peor que nos pasó? Como lo dije en otra oportunidad, no es importante por qué nos sucedió, sino para qué nos sucedió. Y es acá donde viene lo más lindo.

Luego de una lesión, nos toca el momento de recuperarla. Considero que lo más importante en el tratamiento de una lesión, no solo es volver al 100 %, sino evitar la recidiva. Parte de todo el trabajo de rehabilitación y la vuelta a la performance está en abordar no solo a un músculo desgarrado, a un muslo lesionado, a un jugador dolorido. Debemos considerar su “todo” que lo rodea y lo que siente de lo que lo rodea. Encontrar de alguna manera qué pasó previo a la lesión y llevarlo a un plano muy consciente de la situación, qué pudo provocar estrés. Identificarlo, explicarlo y trabajarlo con ayuda de profesionales específicos. De esta manera, no solo lo ayudaremos a curar del desagarro, también lo acompañaremos a sanar interiormente y colaborar con granito de arena a su felicidad.

Ahora sí, disparen con la segunda pregunta: ¿es posible prevenir una lesión o una recidiva?  

La respuesta es: Sí.  Es muy posible la prevención; pero, a veces, evitarlas suele ser más complejo ya que en “el por qué” y en “el para qué” de una lesión intervienen mecanismos mucho más complejos y de los que hablaremos en el próximo artículo.

Existen muchísimos protocolos en prevención de lesiones y de todo tipo de lesiones musculares, osteoarticulares, etc. Considero que son un importante aporte, que son necesarios de aplicar adecuadamente, pero no son infalibles. Pienso que un gran aporte a los protocolos de prevención de lesiones y en las vueltas al campo sería tener en cuenta factores posibles causantes de estrés.  Por más protocolos que hagamos, habiendo estrés existe la posibilidad latente de lesión. Tengamos en cuenta que la lesión está en un jugador determinado, este jugador a su vez está en un equipo, que en ese equipo hay un staff técnico y que detrás de ello hay familias, amigos, vidas que, de alguna manera, también quedan lesionadas. Cuanto más interrelacionemos todo y más variables manejemos, muchas más herramientas para conocer y tratar tendremos a la hora de nuestro trabajo interdisciplinario.

Ahora es mi turno para preguntar: manejamos muchísimas estadísticas, test, programas de entrenamiento, etc. ¿Alguien podría decirme a ciencia cierta, por qué un jugador con la asistencia perfecta, con todos los test físicos excelentemente aprobados, con edad deportiva supuestamente inmejorable, con gran performance en todos los partidos, sin fatiga, comiendo y descansando como se debe; un día, de manera espontánea, (sin contacto con otro jugador, sin haber pisado un pozo, con calzado perfecto, etc.) en un entrenamiento, sufre un esguince de rodilla y lesiona sus ligamentos cruzados y sus meniscos? 

Podría encontrarme con miles de respuestas científicas y no científicas, ciertas y no tan ciertas, pero todas caen en un solo punto: el desequilibrio.

Desequilibrio que no solo puede tener un origen físico o externo, también puede comenzar desde un conflicto interno (conmigo y con mi entorno).

No olvidemos que tanto las lesiones espontáneas como aquellas con contacto directo, ya que acá también depende de nuestra integridad física, no solo nos ocurren para avisarnos que estamos mal entrenados o mal alimentados, mal descansados, sino para mostrarnos que en situaciones con salud deportiva perfecta algo más sucedió y sucede, que podemos sobrellevarlo y evitar que suceda nuevamente.

Por eso, gracias lesión por mostrarme que quizás algo no estaba muy bien en mí. Gracias porque tendré que descubrir qué sucede conmigo, a mi alrededor y con la ayuda de todos encontrar nuevos caminos de superación deportiva, física, mental, técnica y espiritual. No solo para el deporte, para mi vida.

Dr Walter Crisafulli  (mat. 17213). Medicina del Deporte/ Traumatología del deporte

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